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El equilibrio, la más alta de las metas.

La relación entre los elementos de la naturaleza como forma de garantizar su supervivencia debería ser algo que se diera por sentado. Sin embargo, son muchos los que todavía dudan de que la alteración grave de ese equilibrio puede suponer la desaparición de algunas especies e, incluso, la destrucción de gran parte de ese hábitat. Y, por ende, la alteración irreversible de nuestra riqueza.

Es un reto para la sociedad científica convencerlos de que es la acción del ser humano la que acabará suponiendo un perjuicio mucho mayor.

Y, precisamente, nos permitirá comprender mejor la importancia del equilibrio si ayudamos a conocer, profundizar y transmitir el valor de cada elemento. Si situamos la naturaleza como parte troncal de la educación de la juventud.

Ejemplo de ello es el pino gallego, cuyo valor en el ecosistema del noroeste de la Península Ibérica ha sido recogido en numerosos estudios científicos así como culturales, pues le destacan la importancia para las personas y el desarrollo social.

Este último también favorecido por la actividad de la industria forestal, la cual aúna ciencia, cultura y economía para desarrollar un modelo productivo sostenible e integrado en nuestra sociedad; para guiarla hacia un desarrollo más óptimo.

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